Autor: Dra. Jimena Ricatti para Estudio Crudo, clickea aquí para ver la publicación original.
Funciones de la microbiota y sus implicancias en la nutrición
Algunas funciones de la microbiota dependen de cada grupo familiar. Por ejemplo, los integrantes de una misma familia tienen microbiotas similares, dada por factores genéticos y ambientales que comparten entre ellos. Estas similitudes familiares se relacionan con preferencias alimentarias y hábitos alimentarios que “moldean” la microbiota.
Uno de los aspectos más interesantes en el campo de la nutrición es el vínculo que existe entre la microbiota y la regulación de la cantidad tejido graso corporal. Los genes de cada persona y el tipo de alimentación, promueven el desarrollo de un tipo único de microbiota, la que genera un aumento de la proporción de grasa corporal, pudiendo incluso desencadenar obesidad y diabetes.
Por otro lado, también hay una correlación entre aspectos genéticos que determinan la presencia de bacterias Christensenella y Methanobacteriaceae en ciertas personas. Esto lleva a que tendencialmente no ganen peso, y sean delgados, con poco tejido graso corporal.
Ciertas investigaciones orientadas a comprender cómo la dieta influye en la longevidad, mostraron experimentalmente que el Bacillus subtilis actúa por un mecanismo similar al de la restricción calórica (bajos niveles de insulina), aumentando la longevidad en invertebrados (C. Elegans).
Finalmente, otros resultados sugieren que la incorporación de Bacillus subtilis en la alimentación probiótica podría inducir efectos benéfico en la fisiología del huésped como ser el enlentecimiento del envejecimiento, mejor respuesta al estrés, sumado a la competencia y desplazamiento de microorganismos patógenos.
Funciones recientemente descubiertas en la neurociencia
En lo que respecta al estado emocional, una dieta rica en alto consumo de azúcares y grasas, genera la estimulación del circuito dopaminérgico de la recompensa, lo que desencadena cierto grado de adicción a la comida hipercalórica. Esto produce una desregulación en la microbiota por el bajo consumo de alimentos prebióticos, gatillando una respuesta inflamatoria crónica (vía las citoquinas).
En consecuencia, el sistema endócrino produce un aumento del cortisol, generando un cuadro estrés-símil. Es la activación de estos mecanismos lo que lleva a que se manifiestan síntomas tan frecuentes como la ansiedad y depresión.
Hay casos reportados de pacientes diagnosticados con depresión y fatiga crónica que mostraron una alteración en el número de algunos microorganismos, como Alistipes (phylum Bacteroidetes). Esto se debe a que las moléculas neuroactivas producidas por la microbiota alteran las señales neurales, promoviendo alteraciones en el sueño, apetito, humor y en las funciones cognitivas.
Por su parte, los Lactobacillus acidophilus, Bifidobacterium infantis, Bifidobacterium longum, Candida y Streptococcus son capaces de producir un efecto psicotrópico, ya sea por medio de la liberación de neurotransmisores (GABA, serotonina, glicina, catecolaminas) o bien regulando el sistema endocannabinoide.
La actividad cerebral emocional, vinculada al estrés, ansiedad y depresión, fue influenciada positivamente por el tratamiento con probióticos, según los últimos avances en el tema. Los probióticos que han mostrado tener un efecto positivo sobre la ansiedad y la depresión fueron los Bifidobacterium animalis subsp. Lactis, Lactobacillus bulgaricus/casei/heveticus, Lactococcus lactis subsp. Lactis, B. Longum y Streptococcus hermophilus (4 semanas de tratamiento). Estos microorganismos disminuyen la liberación de cortisol, y en consecuencia, la respuesta estrés-simil. La nueva perspectiva terapéutica, como alternativa a los psico-fármacos, va a ser la implementación de los psico-bióticos.
¿Cuál sería entonces, la fórmula de la felicidad? Una dieta rica en alimentos prebióticos y probióticos lleva a un buen funcionamiento de la microbiota, y como consecuencia disminuye la prevalencia de trastornos relacionados con la ansiedad y depresión.
Otro aspecto muy prometedor a nivel terapéutico es el estudio del rol de la microbiota en el autismo, un desorden en el desarrollo neural que puede estar acompañado de alteraciones en el sistema inmunitario y digestivo. Esta trilogía sintomática, implicaría un trastorno a nivel de la microbiota, que precisamente juega un papel clave en la regulación neural, inmunitaria y digestiva. Las personas que padecen autismo presentan una disminución de Prevotella, Coprococcus y Veillonellaceae, aumento de Clostridium y una alteración en la proporción Bacteroidetes/Firmicutes.
La disbiosis en el autismo lleva a una alteración de la producción de ácidos grasos de cadena corta (SCFAs), que serían las moléculas responsables de mediar ciertas funciones del sistema nervioso. Resultados de investigaciones preliminares mostraron que el tratamiento probiótico con Lactobacillus reuteri produjo mejorías en los síntomas relacionados con la conducta social, representando el primer paso de un tratamiento psico-biótico en casos de autismo.
Otra patología estudiada extensamente por la neurociencia es la enfermedad de Parkinson, un trastorno neurodegenerativo que afecta las funciones motoras y que muchas veces debuta con pérdida del olfato y depresión. Este deterioro cerebral es mayoritariamente de causa desconocida, aunque también hay factores genéticos que pueden desencadenarlo.
Recientemente se descubrió que las bacterias estarían produciendo señales químicas (SCFAs) que gatillan una serie de respuestas inmunes, sobre-activando ciertas zonas cerebrales y conduciendo a la inflamación y consecuente daño neuronal típico de esta enfermedad.
La microbiota también está vinculada con el normal desarrollo de nuestro sistema nervioso. Una parte de este sistema controla las funciones digestivas y está en estrecha relación con la microbiota. Cuando se establece esa relación y se desarrolla la parte del sistema nervioso que controla la función intestinal, la microbiota juega un rol crucial en regular ciertos mecanismos neuronales muy precisos, como la gliogénesis (desarrollo de células gliales) y la migración neural.
Otras evidencias sugieren que la microbiota también estaría regulando la producción de nuevas neuronas en el cerebro adulto (hipocampo), mecanismo clave para la memoria y capacidad de aprendizaje durante la vida postnatal y adulta.
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Fotos y Texto: Copyright © 2017 Maria Jimena Ricatti
María Jimena Ricatti
Médica, Universidad de Buenos Aires, Argentina.
Doctora en Neurociencia, Universidad de Buenos Aires, Argentina.
Directora de Sensorytrip, Italia.